El servicio del vino tiene su ritual. Y no se trata de un rito caprichoso, sino de un ejercicio ajustado al momento y a la exigencia. En el servicio empieza el placer de degustar un vino.
El mejor momento para disfrutar de un vino es en durante las comidas, acompañando algún plato, o bien cuando se está en compañía de amigos. El vino sabe mejor cuando se comparte que cuando se está solo.
Y ahora, procedamos:
- Para abrir la botella hay que cogerla con cuidado, transportándola verticalmente o levemente inclinada. Nunca se agitará ni volteará.
- Se corta la cápsula por debajo del reborde de cristal que hay en el cuello de la botella y se saca el corcho girando el sacacorchos, nunca la botella; debemos proceder con cuidado para evitar que caiga sobre el vino o que se produzca algún ruido inoportuno.
- No debemos olvidar el detalle de pasar una servilleta por la boca de la botella y es recomendable oler el corcho para captar una primera impresión del vino con que nos vamos a encontrar.
- Es un error afirmar que el vino debe servirse a "temperatura ambiente", puesto que podemos encontrarnos en un entorno demasiado frío, o con exceso de calor, si es verano o la habitación tiene la calefacción muy alta. No todos los vinos deben servirse a la misma temperatura.
Esta sería la temperatura ideal para cada vino:
Tintos envejecidos y con cuerpo: De 17º a 19º C
Tintos jóvenes y ligeros: De 14º a 16º C
Rosados: De 7º a 10º C
Blancos con crianza: De 7º a 10º C
Blancos jóvenes: De 6º a 8º C
Blancos jóvenes dulces: De 6º a 8º C
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